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Pablo escribiendo a los Romanos


CARTA  DE PABLO A LOS ROMANOS CAPÍTULOS 1-3 

Biblia abierta en la epístola a los romanos

Romanos 1, Pablo, siervo de Jesucristo


Pablo empezó su carta a los cristianos en Roma presentándose a sí mismo como el siervo de Jesucristo. Los eruditos nos dicen que la palabra original de la cual se tradujo “siervo” significa “esclavo,” uno que es la propiedad completa de su amo (El Comentario de Clarke, volumen VI, Romanos 1:1). 

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No sabemos de ninguna otra persona cuya personalidad y vida fueron tan completamente cambiadas como lo fue la de Pablo. El fue cambiado casi instantáneamente, de un partidario religioso fanático, perseguidor de los cristianos, a un siervo amado del Señor Jesucristo (Éxodo 21:2-6; Deuteronomio 15:16,17).

Cuando él se encontró con Jesús en el camino a Damasco y comprendió que era el Señor Jehová, se entregó a sí mismo en completa rendición. Quedó ciego por la luz de la gloria del Señor y fue conducido a la casa de Judas, en la calle Derecha en Damasco. 

Ananías le encontró tres días después, oró por él y le bautizó. Las escamas cayeron de sus ojos y recibió el Espíritu Santo, por el cual fue hecho nueva criatura en Jesucristo (Hechos 9:1-22; 22:1-16). De ahí en adelante Pablo fue el esclavo amado, la propiedad entera de su Señor y Amo, esta experiencia fue la base y sostén de sus muchos años de ministerio, sirviendo al Señor aún con mucho más celo que cuando perseguía a los cristianos.

El llamado del Apóstol Pablo, un llamado misionero


El llamado de Dios a Pablo para el ministerio del evangelio fue ciertamente un llamado misionero, especialmente para los gentiles. Después de encontrarse con Jesús en el camino a Damasco, estaba preparado para este llamado en la casa de Judas en Damasco. 

Pablo, físicamente ciego, había aprendido que Jesús de Nazaret, a cuyos seguidores él se había opuesto tan amargamente, era el Cristo. Ahora, se arrepentía bajo una agobiante carga de compunción por su reciente actividad en contra de los discípulos de Jesús. Pablo había pensado que estaba defendiendo la ley de Moisés, mas aprendió que estaba persiguiendo al Señor Jesucristo.

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El Señor envió a Ananías para darle a Saulo (Pablo) su llamado, para orar por él y para bautizarle (Hechos 9:10-15). Saulo tuvo que haber recibido su primera chispa de esperanza cuando Ananías le llamó “Hermano Saulo” y le dio el mensaje de Dios (Hechos 9:17-19). 

Saulo no vaciló para obedecer al llamado de Dios. Empezó inmediatamente a predicar a Cristo en las sinagogas, proclamándole como el Hijo de Dios (Hechos 9:20-22). Saulo, que había estudiado bajo Gamaliel (Hechos 22:3), era bien instruido en las Escrituras del Antiguo Testamento y en las profecías mesiánicas. Ahora que se había familiarizado con Jesús, era muy capaz de probar Su identidad (la de Jesús) con las Escrituras, así como también su propio testimonio de la visita que el Señor le hiciera.

No obstante, Pablo no estaba listo aún para empezar la obra misionera. El Señor sabía que él necesitaba más preparación. En consecuencia, cuando los judíos organizaron un complot para matarle, los discípulos le ayudaron a escapar por la muralla de Damasco (Hechos 9:23-25); el Señor le guio hacia el desierto de Arabia (Gálatas 1:17). 

Gálatas 1:11-25 narra la historia de las primeras experiencias cristianas de Pablo desde el tiempo que él fue para Arabia hasta que regresó a Jerusalén, y completa el espacio entre Hechos 9:25 y el versículo 26.

En el desierto de Arabia, por un tiempo aproximado de tres años, Pablo se encontraba en la escuela del Espíritu Santo. Fue allí donde él recibió del Señor el mensaje completo del evangelio de Jesucristo, de la salvación por gracia y fe únicamente; sin ninguna mezcla con la ley de Moisés


Pablo también recibió, el mensaje de la Santa Cena, justamente como Jesús la había dado a los demás apóstoles antes de que fuera crucificado (1 Corintios 11:20-26). A él se le hizo claro por la revelación del Señor, así también por las profecías del Antiguo Testamento, que la redención en Jesús era para todas las naciones sobre la misma base. Esto le preparó para el llamado que había recibido en Damasco.

En el curso del tiempo (el tiempo de Dios), fue guiado hacia el ministerio al cual Dios le había llamado. Empezó su obra misionera en Antioquía de Siria, junto con el devoto Bernabé (Hechos 11:19-26). 

Un año más tarde, Pablo y Bernabé fueron llamados por el Espíritu Santo y ordenados por los ancianos en Antioquía para su primer viaje misionero (Hechos 13:1-4). En un período aproximado de dos años, les llevó hasta Derbe, próximo a Tarso de Cilicia, el lugar de nacimiento de Pablo (Hechos 14:20-27).

Pablo se convirtió en el misionero principal de la iglesia primitiva. Viajaba por la mayoría de los territorios del mundo conocidos hasta ese entonces, predicando el evangelio como Dios se lo había ordenado. Predicó a gentiles y judíos

Pablo entrenó a muchos jóvenes ministros, quienes, viajaron con él en sus viajes misioneros. Ellos también ministraron, como Pablo dirigía, a las diferentes iglesias que habían sido establecidas por los esfuerzos misioneros. 

Pablo consideraba a Timoteo, quién fue de gran ayuda y consolación para él, su hijo en el evangelio (II Timoteo 1:2). Cuando Pablo fue encarcelado en Roma, expresó en su carta a los filipenses la confianza que él depositaba en Timoteo (Filipenses 2:19-23). 

El apóstol Pablo escribió a los santos en Roma concerniente al evangelio de Jesucristo 


Pablo soportó una carga muy pesada por la responsabilidad de todas las iglesias (II Corintios 11:28). Con esa misma carga de inquietud, escribió a los santos en Roma concerniente al evangelio de Jesucristo..

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Pablo empezó su discusión del evangelio al decir a los cristianos romanos que él se refería al Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, quién fue hecho de la simiente de David de acuerdo a la carne y quien fue declarado Hijo de Dios con poder, de acuerdo al Espíritu Santo, por la resurrección de entre los muertos.

Cuando el cumplimiento del tiempo de Dios había llegado, El envió a su Hijo, nacido de mujer, bajo la ley y del linaje de David, de acuerdo a la profecía (Gálatas 4:4). Los milagros de Jesús probaron más allá de la sombra de duda de que él era Dios manifestado en carne (Juan 10:30-39; 14:5-11), pero su resurrección de entre los muertos doblemente probó su identidad (Romanos 1:4). 

Pablo dijo a los gálatas que Dios se refería al evangelio cuando dijo a Abraham, “. . . En ti serán benditas todas las naciones” (Gálatas 3:8). Él explicó que Dios prometió a Abraham que él habría de tener un renuevo (descendiente) en el cual todas las naciones del mundo serían bendecidas (Gálatas 3:16).

Ese era Jesús, de la simiente de Abraham, quien dio su vida para la redención de la gente de todas las naciones. También había llamado a estos santos en Roma, “judíos y gentiles,” y los salvó por su evangelio (Romanos 1:6).

Pablo entonces se dirigió a los santos de Roma como amados de Dios, y les proclamó la gracia y la paz del Señor Jesús (versículo 7). Él expresó las gracias a Dios por su fe, aceptación del Señor Jesucristo, y las buenas nuevas que habían llegado a todo el mundo conocido (ver- sículo 8). 

Pablo les dijo a los romanos cómo él oraba sin cesar por ellos. También oraba para que Dios le concediera un viaje próspero a Roma, de manera que él pudiera ministrarles beneficios espirituales, los cuales les ayudarían a establecerse en Cristo

Pablo se había propuesto muchas veces ir a Roma, pero había sido estorbado por la necesidad del evangelio en tantos lugares. Su ferviente deseo de visitar a Roma nació de una carga y el sentir de ser un deudor para llevar el evangelio a todo el mundo, si fuera posible. Estaba listo para predicar el evangelio en Roma tan pronto como Dios le permitiera ir allá (versículos 11-16).

Laboraba incansablemente no sólo por un sentimiento de deuda hacia Dios por su salvación, sino por un amor y deseo de obedecer al llamado de Dios. Estaba agradecido de que Dios le había encontrado apto para predicar su evangelio (1 Timoteo 1:12, 13). 

Pablo testificó: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio! Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada” (1 Corintios 9:16,17).

Pablo no se avergüenza del evangelio porque es poder de Dios


Pablo no sólo se encontraba deseoso, mas aún agradecido y feliz de realizar la voluntad de Dios. Nunca estuvo avergonzado en ponerse de pie delante de cualquier congregación con el mensaje del evangelio de Jesucristo, porque él sabía que es poder de Dios para salvación a todos los hombres (Romanos 1:16). 

“Porque en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (versículo 17). Sólo por la fe y la obediencia al evangelio de Jesús pueden los hombres escapar de la ira de Dios, la cuál se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad (versículo 18).

Los hombres son responsables por su pecado y culpables ante Dios


En los versículos 19-23 Pablo mostró que todos los hombres son responsables de sus pecados y son culpables delante de Dios. Algunos se han pensado y se han preguntado concerniente a la voluntad de Dios en cuanto a los paganos, que nunca han oído hablar del evangelio de Jesucristo. Las Escrituras señalan que Dios nunca se ha quedado sin testigo (Hechos 14:15-17). El ha sido testigo de sí mismo a través de su creación y de las muchas bendiciones que ha dado para el hombre en su creación. 

Dios envía la lluvia sobre el justo y el injusto (Mateo 5:45). “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).

La existencia de Dios, el misterio de su poder omnipotente y su gran amor por la raza humana, se encuentran todos imprimidos en su creación. Formó esta tierra bella y perfecta para la habitación del hombre a quien Él habría de crear, y con quien deseó tener amistad. 

El gran amor de Dios por la raza humana se muestra en las innumerables criaturas, vegetación y los productos que la tierra posee para el uso del hombre. Su poder omnipotente se muestra en los detalles minuciosos y la regularidad, semejante al reloj, con la cual opera cada cosa en el universo: el sol, la luna, las estrellas, planetas en sus órbitas, nuestros días y noches, y las cuatro estaciones del año. 

Con nuestras mentes finitas no podemos comprender la grandeza y el amor de Dios. Su mayor demostración de amor por la humanidad fue la muerte, sepultura y resurrección de Jesús para nuestra salvación (Romanos 5:6-8).

La vida de Jesús en la tierra, su ministerio, sus milagros, y finalmente, su muerte, sepultura, y resurrección de entre los muertos, fue y lo es aún el mayor testigo y revelación de Dios que el mundo jamás haya conocido. 

Con sus mentes finitas, los hombres de hoy no ven la existencia de Dios a través del universo y la maravillosa forma en que funciona. Aunque la creación de Dios revela Su existencia y Sus obras, el mero creer en esto no salva al hombre. Sólo pueden ser salvos por medio del evangelio de Jesucristo, el cual fue el plan de Dios pre-ordenado para la redención del hombre antes de la fundación del mundo. 

Es la responsabilidad de la iglesia predicar el evangelio en todo el mundo para testimonio a todas las naciones antes del retorno del Señor a la tierra para tomar Su Iglesia (Mateo 24:14). Lo más importante es que el pueblo de Dios enfrente su responsabilidad y haga todo lo que esté a su alcance para llevar el evangelio a toda nación y tribu en el mundo.

Los hombres, a quienes Dios proveyó y creó con tanto amor, no le glorificaron cormo a Dios. Llegaron a ser vanos en sus razonamientos (Romanos 1:21-24). El diablo le dijo a Eva que sería tan sabia como Dios cuando comiera del fruto prohibido. Empero, su necio corazón se oscureció y consecuentemente, hizo que Adán pecara. 

Por lo tanto, todos sus descendientes heredaron su naturaleza caída y se tornaron a la idolatría, porque no quisieron retener un conocimiento de Dios. Al querer vivir como les placía, de acuerdo a su naturaleza carnal, crearon sus propios dioses a su imagen y a la imagen de las cosas a las que adoraban. Como resultado, Dios les entregó a su propia corrupción

Dios nunca ha forzado a nadie para que le sirva; sólo quiere que aquellos que le sirvan, lo hagan en amor y de su propia voluntad. Al mirar a nuestro mundo de hoy vemos a las multitudes que han hecho su elección y se han entregado a sus propias prácticas viles.

El pecado y la necesidad de redención del hombre


Los versículos 25-32 revelan la profundidad de pecado a la cual han sido guiados los hombres por la naturaleza carnal. Esta condición, que ha existido desde la caída de Adán y que está arruinando y condenando a tantos hoy, muestra la necesidad de la redención del mundo. Gracias a Dios que ha provisto la salvación para todo aquel que venga al Señor Jesús para nacer de nuevo y ser nueva criatura.

Parece que la mayoría de los hombres y mujeres de todas las generaciones se han dado a obedecer a los deseos pecaminosos y apetitos de sus naturalezas carnales. Desde Adán hasta la venida de Cristo, los hombres estuvieron esclavizados bajo su naturaleza caída. 

El camino de La fe 


Muchos, por fe en Dios y en su Palabra, se cohibieron de cometer pecados indecorosos; pero nadie fue capaz de cumplir a cabalidad la voluntad de Dios. No obstante, Dios tomó en cuenta la fe por la justicia a todo aquel que hizo un esfuerzo sincero para complacerlo. 

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Enoc, en medio de casi la total corrupción, agradó a Dios por su fe hasta el extremo de que fue llevado al cielo (Génesis 5:24; Hebreos 11:5, 6). Noé encontró el favor de Dios y fue salvado del diluvio para preservar la raza. 

Abraham no era perfecto, mas su fe le fue contada por justicia (Génesis 15:6; Romanos 4:3; Gálatas 3:6). La fe de José le hizo sumiso a la voluntad de Dios por la duración de su vida (Génesis 50:15-21). Moisés alcanzó la posición en su relación con Dios donde Dios hablaba con él cara a cara (Exodo 33:11; 34:29, 33). 

David fue un hombre conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14; Hechos 13:22). Cometió un gran pecado, pero se arrepintió con gran pena (Salmos 51:1-5). Hubo muchas otras personalidades importantes en la historia del Antiguo Testamento, a los cuales Dios ungió, usó y les galardonó. Pero hubo muchos otros que no siguieron el camino de la fe, sino que escogieron obedecer mejor a la lujuria de su naturaleza caída.

La historia en el Antiguo Testamento de aquellos a quienes Dios entregó a sus propias concupiscencias, es un cuadro completamente diferente al de aquellos que escogieron el camino de la fe. Es de éstos que Pablo habló en los versículos 25-32. 

Algunos de ellos eran los perversos de Sodoma, quienes trajeron la ira de Dios sobre las ciudades de Sodoma y Gomorra y las ciudades de los llanos (Génesis 19:1-26). Sin el poder restrictivo de la fe en Dios, se entregaron completamente a toda concupiscencia pecaminosa, por la cual se acarrearon para sí mismos la justa recompensa (el juicio de Dios).. Cuando ellos rehusaron conservar a Dios en sus conocimientos, sus mentes fueron totalmente corruptas. 

En su relación el uno con el otro, se llenaron de toda injusticia: fornicación, codicia, malicia, envidia, asesinato, engaño y calumnia. En su odio hacia Dios, fueron poseídos de vileza. Al encontrarse sin afecto natural, se inventaron cosas viles; deshonraron y desobedecieron a sus padres. Continuaron cometiendo estos pecados, aunque habían sido advertidos de que la paga del pecado es la muerte, y que segarían el juicio de Dios.

Nos gustaría pensar que tales condiciones fueron en el pasado, antes de la venida de Cristo, pero el mundo está repleto con estas deplorables condiciones hoy. Hombres y mujeres están practicando los mismos pecados atroces en las sociedades del tiempo presente. 

Quizás la condición sea hoy aún peor a causa del terrible abuso de las drogas entre les jóvenes de nuestra tierra. Sus mentes, así como sus cuerpos, se encuentran arruinados.

No obstante, hoy hay salida para todo aquel que busque la salvación en el Señor Jesús. Las buenas nuevas son que Jesús vino a la tierra, murió por nuestros pecados, y se levantó de los muertos con las llaves del Hades y de la muerte. 

Jesús ascendió a las alturas para derramar su Espíritu sobre todo aquel que crea y le obedezca. Este es el nuevo nacimiento en el cual los hombres, mujeres y niños pueden empezar su vida nueva cuando sus pasados son borrados por la sangre de Jesús. Cuán agradecidos estarán los santos llenos del Espíritu de Dios porque han huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia (II Pedro 1:4).

ROMANOS 2: LA RESPONSABILIDAD DE LOS JUDÍOS


El capítulo 2 trata de la responsabilidad de los judíos en relación con su mayor iluminación y privilegio. Habiéndoseles dado la ley de Dios, vivían en un plano moral más elevado que los gentiles, pero llegaron a ser más culpables porque no alcanzaron el patrón de santidad de Dios, como se reveló en Su ley (Romanos 7:7-23). 

Los judíos habían pecado en contra de la iluminación y el privilegio. Ellos se midieron a sí mismos mediante los paganos, en vez de la ley de Dios, y pecaron al jactarse de su santidad sobre los gentiles. Consideraban a los gentiles como perros en comparación con ellos mismos.

Pablo dijo a los judíos que ellos no tenían excusa para juzgarse de esta manera. Al condenar a los gentiles, se condenaron a sí mismos, porque ellos también pecaron. No los que oyen, sino los que cumplen la ley son justificados delante de Dios (Romanos 2:1-16).

No hay acepción de personas para con Dios (versículo 11). Su patrón de santidad ha sido siempre El mismo para todas las personas. Los judíos, a quienes les habían sido dada la ley de Moisés, fueron juzgados por la ley. Pero a causa de que nunca fueron capaces de obtener la total obediencia, se les exigió ofrecer sacrificios por el pecado, y el Sumo Sacerdote hacía una expiación por cada año. 

Dios aceptó esto por el mérito de su fe, mirando hacia el futuro a la venida de Cristo, quien haría el sacrificio perfecto por ellos (Hebreos 10:1-22; 11:32-40). Ellos esperaban la promesa de la venida de Cristo. 

Ahora nosotros miramos por fe al pasado, a la obra cumplida en el calvario. Es importante entender la condición de los santos del Antiguo Testamento que vivieron bajo la ley de Moisés; comparada con la de los santos del Nuevo Testamento en la nueva y vivificante forma del Espíritu Santo, el cual fue traído a todas las naciones por medio de la muerte, sepultura y resurrección del Señor Jesucristo.

En los tiempos del Antiguo Testamento, los gentiles eran casi totalmente idólatras. Algunos llegaron a creer en el Dios de Israel y se convirtieron en prosélitos de la religión de los judíos al aceptar el pacto de la circuncisión. 

Entonces, también ellos fueron juzgados por la ley de Moisés. Ciertamente, a causa de la venida de Cristo, todos, judíos y gentiles, son salvos por la fe y la obediencia al evangelio de Jesucristo. Hechos 2:38 con Romanos 6:3 y 4, explican de qué manera puede alguno obedecer al evangelio de Jesucristo. 

Las personas de todas las naciones que continúen en la injusticia, rehusando el arrepentimiento, serán juzgadas por las mismas leyes justas y patrones de Dios. Los judíos nunca habían sido capaces de mantener perfectamente la ley de Moisés (Santiago 2:10-11). Sin embargo, en Romanos 2:14-15, Pablo mostró que ambos, judíos y gentiles, que vienen a Jesús y son hechos nuevas criaturas en Cristo por el Espíritu Santo, se les habilita para guardar la justicia de la ley. Esto muestra el poder de la ley de Dios, la de la libertad (Santiago 1:25; 2:12), la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús (Romanos 8:2-4) escrita en sus corazones (Jeremías 31:31-34).

En los versículos 17-29 Pablo condenó a los judíos, especialmente a sus líderes religiosos, por su hipocresía en la apariencia religiosa y por su condición corrupta interna. Profesaban obedecer a la ley y exigían de la gente obediencia meticulosa a la ley ceremonial de Moisés y las tradiciones de los ancianos (Mateo 15:1-3). 

A causa de su hipocresía al no poder cumplir con su profesión, acarrearon reproche al nombre de Dios entre los gentiles (Romanos 2:24). Jesús dijo a sus discípulos que obedecieran a las palabras de la ley de los escribas y fariseos, quienes ocuparon el lugar de Moisés (como dirigentes), pero que no siguieran sus obras, “. . . Porque dicen y no hacen. Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mateo 23:1-4).

El pacto mosaico exigió que todos los niños varones judíos fueran circuncidados. La señal del pacto de la circuncisión fue dada a Abraham (Génesis 17:9-13) para apartarle a él y sus descendientes (aquellos que vinieron de Isaac y Jacob), de las naciones idólatras. 

Dios se propuso que significara fe verdadera y sincera en Jehová y aceptación y obediencia a la ley de Moisés (Deuteronomio 10:12-20). Esta señal únicamente perteneció al pacto de Dios del Antiguo Testamento con la nación de Israel. No era un mandamiento del Nuevo Pacto de la gracia en Jesucristo.

Los judíos enseñaban que ningún gentil podría tener parte con Dios sin aceptar el pacto mosaico de la circuncisión. Este pacto fue abolido cuando Jesús vino para ofrecer la salvación a todo el mundo mediante el nuevo pacto, que es Su ley escrita en sus corazones por el Espíritu Santo (Hebreos 7:18,19; 8:6-13). 

Pablo reveló que la institución del bautismo en agua en el nombre de Jesucristo ocupó el lugar de la señal de circuncisión del Antiguo Testamento (Filipenses 3:1-3); Colosenses 2:8-13). Fue necesario que el Señor revelara a los santos en la Iglesia del Nuevo Testamento que la circuncisión no era ya requisito para la salvación (Hechos 10:19-48; 11:1-18).

En el Nuevo Pacto de gracia mediante Jesucristo, el pueblo de Dios no es considerado por raza, sino por la fe a la obediencia de Su evangelio (Romanos 2:28, 29).

ROMANOS 3:1-20


En los versículos 1-8, Pablo respondió a dos objeciones que se esperaba que los judíos hiciesen de su argumento en el capítulo 2. Se les esperaría que dijesen que si ellos se encontraban bajo la misma condenación de los gentiles, no habría ninguna ventaja en ser judío. 

Pablo respondió que Dios les había dado grandes ventajas por medio de la ley con sus promesas. Sin embargo, estas ventajas les exigían mayor fidelidad y servicio, los cuales ellos no le habían mostrado. No obstante, su fracaso había probado que el hombre era incapaz de hacerse justo, y por eso se abrió el camino para Dios mostrar su poder en proveer la justicia para el hombre.

Los judíos jamás habían supuesto que Dios concedería su favor a ninguna persona excepto a ellos. Parece que ellos pasaron por alto todas las Escrituras del Antiguo Testamento, las cuales habían predicho que los gentiles serían aceptados en el favor divino de Dios

Los judíos esperaban la promesa mesiánica para que les librase de la imposición extranjera, como otro rey David, de manera que otra vez estableciera su reino. Se encontraban tan absorbidos en sus propias especulaciones y deseos ambiciosos, que rehusaron considerar otras creencias. 

Los caminos del hombre nunca han sido los de Dios, y sólo Sus caminos son verdaderos. El hombre no puede entender los métodos de Dios hasta que Dios abra su entendimiento a las cosas divinas y espirituales. Dios es veraz, mas todo hombre mentiroso (o esté equivocado).

Una vez más, los judíos pudieron haber objetado que si su fracaso abrió el camino a la manifestación del plan de salvación de Dios, ¿Por qué serían ellos condenados por sus debilidades? Pablo contestó que a pesar de que su fracaso había dado la ocasión para el advenimiento del plan de Dios para la redención, sin embargo eran responsables por sus pecados y eran culpables hasta que se hubieran arrepentido. 

La petición de los judíos para la crucifixión de Jesús fue usado por Dios para llevar a cabo Su plan de redención para los hombres, pero esto no les quitó la culpa de su odio asesino hacia Jesucristo (Hechos 2:22-24; 3:13-19).

En los Romanos 3:9-20 Pablo mostró que los pecados de todos los hombres, así pequeños o grandes, son incitados por la naturaleza carnal caída, con la que todo hombre nace. Un niño no es culpable de pecado, pero nace con una naturaleza que lo guiará hacia el pecado en cuanto sea lo suficientemente adulto como para discernir entre el bien y el mal. 

Un niño debería ser instruido y guiado en el camino de la justicia tanto como sea posible, pero sólo un nuevo nacimiento en Cristo le puede salvar de la esclavitud del pecado. Su religión no le puede salvar.

Este pasaje de las Escrituras no enseña que cada hombre desde Adán ha cometido todo pecado inscrito aquí. Simplemente quiere decir que esta condición ha prevalecido entre toda la humanidad. Todo pecado es posible para aquel que no frena su naturaleza caída. Y toda perversión posible ha sido efectuada en cada generación. 

Pero a pesar de que la ley de Moisés fue un freno para los judíos religiosos sinceros, todavía eran pecadores y culpables ante Dios, hasta que vinieran a Jesús en arrepentimiento y obediencia a Su evangelio. No pudieron ser justificados por las obras ceremoniales de la ley. La ley de Moisés solo tenía el poder para revelar el pecado.

El Salmo 14, de donde algunos de estos versículos se citan, muestra que la gente del tiempo de David buscaba al Señor para que trajera salvación desde Sion (Salmos 14:7). En otro lugar, Pablo llamó a los pecados que se encuentran aquí en Romanos 3:9-20, las obras de la carne” (Gálatas 5:19-21). 

Pablo dijo que aquellos que cometen tales cosas no heredarán el reino de Dios. También dijo: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16). Dios, en Su misericordia, trajo salvación en Jesús para todo aquel que quiera, por fe y obediencia, recibirla.